EL CARRO DE LA LEJÍA. 28 mayo 2013
La e-videncia
de la in-videncia.
Aquí los llamamos echadores de cartas, videntes,
adivinadores
tarotistas, quiromantes, astrólogos… Son una plaga en los medios de
comunicación. Aparecen en cadenas de televisión, nocturnos muchas veces, sin
fijación de sintonía, parece que sin patente legal, propagando siempre su
calidad de emisión en directo. Estos “brujos” tienen hartas cualidades: los
vemos el mismo día y a la misma hora en dos cadenas diferentes, con diferentes
vestiduras, con poblada barba de un día para otro. La calificación de su teatro
de operaciones es de lo más variada, en una diversidad cristiano-pagana digna
de un estudio específico. A poco que abren la boca dan prueba de su escasa
cultura; algunos/algunas pegan unos hachazos temibles al diccionario y a la
gramática (la “visícula”, los “glanguios”, la “apófisis”). Algunos tienen la
condición de extranjeros, pero no son estos los que peor hablan. Y todos
exhiben la virtud de redentores; del cuerpo, aventurando soluciones médicas,
perturbadoras, para sus “clientes”, o del alma, después de haber sacudido la
intimidad con, por ejemplo, noticias de la traición de un marido en una pareja
estable.
Como no me gusta escribir a humo de pajas me he
sometido a sus adivinaciones, augurios, consejos…, que transcurren en una
sintonía cariñosa: “mi amor”, “mi vida”, “gloria mía”, “mi vida bonita”,
“corazón” mío”…; es el trato, que no solo suena a falso sino que es tan falso
como su familiaridad. Así inician el diálogo, después de esperar minutos
preocupantes con el teléfono desgranando las altas tarifas del contacto. Cuando
el e-vidente vidente-in-vidente parece medio serio, observas sus preguntas, el
modo en que las articula, cómo los consultantes les ponen la respuesta “a
huevo”, aunque a veces patinan de la manera más brutal: hombres que, a toda
costa, van a encontrar la mujer de su vida siendo neta e indudablemente
homosexuales; maridos que les ponen cuernos a su mujer, cuando han fallecido
tiempo ha; un hijo que anuncian volverá al seno materno cuando nunca salió de
él, meteduras de pata que ejecutan contra los consultantes, a pesar de que
estos nieguen la mayor; ellos insisten porque “lo dicen las cartas y ellas no
engañan nunca”.
Voy a mi caso: consulté, con la mosca tras la oreja,
cinco veces, todas con un resultado catastrófico: nada que me pronosticaron
sucedió, más bien lo contrario. Empecé a desconfiar cuando una vecina, que era
gallega y no teniendo otro oficio mejor empezó a ser consultora por el
ofrecimiento de un director de televisión secundaria amigo suyo. Como era
gallega se suponía que tenía el ADN de bruja y adivinadora. Tal como desconfié
se desarrolló la catástrofe. Cuando uno de estos personajes, flamante, que goza
de prestigio en el área, insistió en hacerme un sortilegio para favorecer mi
economía, me eché a temblar. En efecto, al día siguiente me llegó una sanción
de casi 2.000 euros y mi negocio en sociedad empezó a precipitarse de manera
imparable; no me invento nada. De lo que me facturó la compañía telefónica por
el tiempo de las llamadas, esperas y consultas, prefiero no acordarme. Pero
nunca olvidaré lo inútil de mis consultas, que me dejó un regusto amargo
pensando, sobre todo, en la gente humilde y generalmente ignorante que de buena
fe llamaba para solucionar su vida, esperando que con las palabras,
embaucadoras, falsamente cercanas y también ignorantes de su realidad, lo iban
a conseguir.
Hay en este mundillo una situación que favorece a los
“videntes”: no existe comprobación de las predicciones, y el resultado negativo
no es criticable porque el que consulta y conoce el fracaso teme que caigan
sobre él todas las maldiciones de los “brujos”, todo su poder maléfico e
inevitable. O, simplemente, se avergüenza de haber acudido a uno de estos
sujetos, fracasar y hacer el ridículo; nunca confesarán el fracaso ni la estafa
a que fueron sometidos.
Podía hacer una historia de gente estafada y de sus
correspondientes estafadores. No hace mucho un juez sentenciaba contra el
conocido Octavio Aceves por las profecías fallidas en el caso de la
desaparecida Anabel Segura. De los escándalos de Cristina Blanco y las actuaciones de
Rappel o de la “despampanante” Aramis Fuster, que cobran cifras astronómicas
por sus “trabajos”, corre mucha información. Estos son los “brujos” de la “jet
set”, endiosados e intocables. Otros, visitantes, como el argentino Ricardo Schiaritti o "Papa
Mustaphá" son muy conocidos justamente por sus visitas a la Justicia. Lo
que no se puede es evaluar el dinero que mueve este negocio porque la mayor
parte funciona en dinero negro, y el Gobierno no se atreve a meterle mano, no
siendo que en caso de hacerlo algún adivinador adivine de verdad los malos
pasos que estos aseados y mentirosos muchachos del PP van dando cada día con
más inseguridad y arrogancia.
PABLO DEL
BARCO
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